Esta es la historia de un joven que todos
los días cuando iba a su trabajo, pasaba frente a una pastelería donde siempre
había en exhibición una torta de aspecto muy rico, se veía esponjosa y con
mucha crema.
Su boca se le hacía agua y al mirarla
pensó: "¡Hoy te
compraré y te comeré torta sabrosa!". Así al regresar del trabajo entró al
negocio con el dinero que ese día le habían pagado y con voz fuerte pidió: "Por favor, me vende mi torta
sabrosa", pero cuando iba a pagar se dio cuenta que su torta era muy
costosa y bajando su semblante respondió: "Ah,
no imposible, hoy no la puedo comprar".
Así salió este
joven con su cara de tristeza y con un gran deseo de comerse su torta sabrosa,
pero con la fe que al día siguiente se la compraría ya que serían dos días de
trabajo y estaba seguro que sí le alcanzaría. Lamentablemente ocurrió lo mismo
que el día anterior.
A la mañana
siguiente pasa de nuevo y viendo su torta deseada en aquella vitrina brillante
y pulida, le repite: "¡Hoy te compraré y te comeré torta
sabrosa!", pasó suspirando, dejando sus ojos en aquella rica
torta cremosa. Al finalizar el día ya de regreso cantaba de gozo y llegó al
negocio —ya los trabajadores y la encargada le esperaban y lo
conocían como Juan el de la torta sabrosa— entró y pidió como todos los
días su rica torta, pero su precio había
superado lo ganado en cinco días de trabajo y sintiendo que perdía sus
fuerzas exclamó: "Oh no, hoy tampoco te comeré
mi torta sabrosa" y cuando se retiraba del negocio con un
semblante triste y derrotado sintió una voz que le grita: "Juan, ven, entra, hoy te
comerás tu torta sabrosa, esa que tanto anhelas, hoy se cumplirá tu
deseo".
Juan atónito
al oír aquellas palabras de la encargada, le responde: "pero no
tengo el dinero suficiente" y
ella le contesta: "mira comete esta parte" y le da la crema; luego le
pregunta: "¿qué te parece?", Juan le responde: "es más rica de lo que me
imagine, ¡es tan fresca y dulce!". La encargada observándolo le dice: "Juan ya puedes ir contento a
tu casa, ya te comiste tu torta sabrosa", pero éste le responde: "no, me falta comer el resto,
el pan de la torta", y ella le explica: "¿Juan, entiendes
porque Dios no permitió que te comieras la torta?, el pan de la torta no está
fresco como la crema y si te la comieras, sufrirías un gran dolor de estomago
que te mandaría al hospital". Así Juan salió del negocio dando
gracias a Dios y cantando himnos de alabanzas, porque Él no lo permitió.
«¿A caso alguno de ustedes daría a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O le daría una culebra cuando le pide un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que las pidan!». (Mt 7, 9-11)
El padre nos dará lo que
es para el bien de uno, el conoce todo y si algo que se pide en oración no te
lo otorga, es porque Él sabe que no te conviene, por eso pidamos siempre bajo
su voluntad, ya que el sabe dar a sus hijos y es un Padre amoroso.
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