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jueves, 3 de noviembre de 2016

La tierra que te vio nacer, hoy te ve partir


Son las ocho de la mañana, llego apurada al aeropuerto, detrás de mí el adiós de los míos a los que ayer abracé, con quienes reí y juntos hicimos una oración. Ayer comí en la mesa con mi madre, pero hoy ya amaneció, y me toca partir de nuevo dejando mi pueblo para llegar a la ciudad más cercana, luego viajar a otra más grande y continuar hacia mi destino.


Veo todo convulsionado, la gente corre de allá para acá, unos entran,  otros salen y prosigo sin dejar de pensar en las preguntas indiscretas de algunos militares en migración: ¿hacia dónde va?, ¿qué hace allá?, ¿por qué se fue? Yo apenas les puedo responder mientras siento un nudo en la garganta. ¿Ustedes creen que es fácil responder?, y mostrando todos mis documentos en regla en el país que me adoptó como su hija les hago entender quién soy. Ellos me miran pero sus ojos lo dicen todo… ¡otra que se va!, y yo sin mover mis labios y con la misma mirada les respondo: “hace diez años que salí de mi país”, agarro mi maleta y meto mis documentos en la carpeta para continuar y buscar la puerta de embarque.

Detrás de mí siento a una joven con un niño en los brazos a quien le dice: “tranquilo hijo que papá nos está esperando”, mientras tanto, mi mirada se desplaza hacia la puerta de afuera donde están todos sus familiares que en risa, llanto y un adiós gritan: “Johana, Ricardito, les recordaremos siempre”.

En ese instante me vi reflejada en aquel momento hace diez años cuando salí de mi país con un cúmulo de ilusiones, mucha incertidumbre y en mi mente me preguntaba ¿cómo me iría en aquel país que me abría las puertas?, mientras los gritos de mis hijos menores se sentían en ese largo corredor y a quienes también en ese momento les dije: “tranquilos hijos que papá nos está esperando”.

Pero fue ayer cuando la joven madre pronunció aquella frase, que entendí que estas eran las palabras más fuertes y llenas de seguridad que podían brotar de nuestro corazón, mientras ocultábamos el gran miedo de atravesar nuevos horizontes y dejar todo lo nuestro atrás.



















En ese momento me quedé mirando hacia afuera, viendo el cielo azul y las aves que lo cruzaban, ya me correspondía entrar al avión, y al sentarme me tocó la ventana, como para que Dios me siguiera regalando tanta belleza, sin duda alguna de que ese era un verdadero paraíso, pude ver el sol que se preparaba para despedir el día bañando al mar de hermosos colores y volví a reafirmar lo que siempre he dicho: ¡Que hermoso es mi país! 

Me imaginaba estando de pie aún en aquella montaña de la que no me quería separar sintiendo el perfume del mar… cuando fui interrumpida por el mensaje de prepararnos al despegue y todas sus instrucciones para tener un feliz viaje. Así partía aquel monstruoso aparato con muchas personas que además de su equipaje llevaban sus hermosos recuerdos, dejando atrás nuestra nación, ¡la que nos vio nacer y hoy nos ve partir! No sé si un hasta luego, no sé si hasta nunca pero allí iban Johana y Ricardito, otros como ellos quizás, y quizás otros como yo, que hacía tiempo ya se habían ido. Solo los asientos del avión sabrán contar nuestras historias, cuando nuestras lágrimas hayan caído en ellos.
Al llegar a mi destino y montada en el tren estaba una señora amable que me preguntó en otro idioma: ¿de dónde vienes?, y con mucho orgullo le pude responder: ¡ich komme aus Venezuela! (¡Yo vengo de Venezuela!), y el rostro de aquella mujer lleno de alegría me respondió: ¡Venezuela ist schon! de lo que pude entender (¡Venezuela es hermosa!), y despidiéndola con un ¡danke! (gracias), bajé del tren para llegar a mi destino, mientras buscaba mi carro y abriendo la puerta para entrar y disponerme a llegar a casa grité fuertemente: ¡TE QUIERO VENEZUELA!, la tierra que te vio nacer y hoy te ve partir.

Dedicado a todos los venezolanos que nos encontramos en cualquier país del mundo fuera de nuestra tierra, y a todos los que diariamente la dejan buscando otros horizontes. Y a mi amada Venezuela que siempre estará esperando nuestro regreso.

Alemania, 31 de octubre del 2016.
Mary Jeanne Sánchez autora del libro Caina Libertad
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